viernes, 17 de junio de 2011

miércoles, 15 de junio de 2011

Para soltar el pasado tenemos que estar dispuestos a perdonar.

A veces, alguien le dice algo en tres minutos que le sienta fatal. Después de cuarenta y ocho horas aún lo recuerda. Lo recrea repitiéndolo en su mente y en sus palabras: ¡qué se ha creído!, ¡qué se ha pensado! Con esto fortalece esa experiencia en su registro, de manera que al cabo de años se acuerda de aquello que le dijeron, y su rabia, resentimiento o tristeza han crecido. El otro se descargó al decirlo y lo olvidó. Como el que tira la basura y se olvida. Alguien suelta cuatro palabras y se olvida, se queda tan tranquilo, pero usted no lo olvida, sino que las repite en su mente hasta tal punto que a veces ni siquiera puede dormir.
El problema no es tanto lo que el agresor hizo, sino toda la interpretación y la historia que nos hemos ido contando desde que ocurrieron los hechos.
Para salir de este estado, debemos impedir que nuestros recuerdos nos invadan. Debemos ponerlos en su sitio: en el pasado. El pasado ya se fue y ahora lo que tiene es este momento presente. No lo pierda alimentando sus resentimientos de lo que habría podido ser y no fue o de lo que fue y no tendría que haber sido.


Perdonar nos ayuda a decir: lo que fue ya pasó. Ya no es. Ya no está, excepto en su propia mente. Practique el lema: "Lo que ha sucedido ya es pasado". No necesita pensar en ello tantas veces. No permita que su mente lo reviva. Valore su tiempo. Valore su creación: los pensamientos. Es necesario darse cuenta de que cuando proyectamos en los demás y les culpamos de nuestra ira, nos permitimos ser esclavos y víctimas de ellos. Aferrarse es nocivo. El aceptar nos libera. Para conseguirlo se requiere del poder mental que permite detener los pensamientos repetitivos que provocan malestar. Con afirmaciones puede fortalecer su mente. Louise Hay sugiere esta: "Te perdono por no ser de la forma que yo quería que fueras. Te perdono y te libero".
Gozar del presente.

Louise L. Hay